EL AGUA

La escasez de agua hace valorar cada día más este recurso. Nuestros regadíos consumen cantidades ingentes de agua. Existen dos vertientes en las que este elemento debe de ser considerado.

La primera es la cantidad de agua utilizada para en un regadío. Se debe tender a minimizar el consumo de agua utilizando las últimas tecnologías disponibles en el mercado y adaptando los sistemas de riego que despilfarran este elemento clave.

Otra forma de reducir el consumo es reutilizando las aguas de riego mediante sistemas de recogida de los excedentes superficiales, o si es posible del agua de infiltración. O la utilización de aguas urbanas, después de su depuración, para el riego de los cultivos.

La segunda característica a cuidad es la calidad del agua empleada. Muchas veces las aguas utilizadas tienen un contenido elevado en compuestos nitrogenados o sal, esto es debido a la contaminación previa producida por los abonos y fertilizantes o la salinización de los acuíferos próximos al mar.

El uso de técnicas menos invasivas con el medio ambiente, que sustituyan aunque sea parcialmente a la industria química puede ser el único remedio para disminuir la contaminación progresiva de nuestros acuíferos.

Reducir al mínimo el consumo de agua y la contaminación de la misma debe de ser un objetivo primordial de cualquier estudio de impacto ambiental que pretenda transformar tierras de secano en regadío. Y en el estudio de alternativas del mismo, se deben considerar alternativas viables a la utilización de agua para estos fines.

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